Una de la ideas fundamentales de la psicología gnóstica es la de que los seres humanos, en el estado de evolución en el que nos hallamos actualmente, somos un ser inconcluso. La naturaleza nos ha desarrollado hasta cierto punto y luego nos abandona, dejándonos un potencial de perfeccionamiento espiritual que sólo se manifiesta en base a nuestro propio esfuerzo e iniciativa. Este potencial de perfeccionamiento significa el desarrollo de ciertas cualidades y características interiores (ser felices, saber amar, ser libres, vivir en paz, ser espirituales) que habitualmente permanecen embrionarias y que no pueden desarrollarse por si solas.
La experiencia y la observación muestran que ese perfeccionamiento no es posible sino en condiciones bien definidas, que exige esfuerzos especiales al propio individuo que anhela perfeccionarse espiritualmente y que, además requiere de la ayuda suficiente por parte de aquellos que emprendieron antes que él un trabajo del mismo sentido y llegaron a cierto grado de desenvolvimiento, o por lo menos a cierto conocimiento de los métodos.
Así pues, en el pensamiento gnóstico partimos de la idea de que sin esfuerzo personal, el perfeccionamiento espiritual es imposible, que sin la ayuda de seres debidamente cualificados es igualmente imposible. Al emprender el camino del perfeccionamiento espiritual, el ser humano se transforma en un ser diferente. Debemos estudiar de que modo y en qué dirección hemos de convertirnos en un ser diferente; es decir, debemos estudiar al ser humano en su estado actual, que es el nuestro propio, y luego conocer en qué dirección debemos perfeccionarnos.
Pero antes de explicar la dirección del desenvolvimiento espiritual o método alguno, debemos comprender que no todos los seres humanos pueden desarrollarse espiritualmente y llegar a ser seres diferentes. El desarrollo espiritual es una cuestión de esfuerzo personal, y con respecto a la masa de la humanidad es una rara excepción, porque la mayorìa de los seres humanos no desea el camino espiritual.
Esta idea es esencial, y debemos comprenderla claramente: para caminar por el sendero espiritual debemos desearlo profundamente y durante toda la vida. Un deseo pasajero o vago, nacido de un estìmulo de las condiciones exteriores (la visita de un gurú, de un maestro, de un instructor que seduce con el encanto de su palabra, la insatisfacción respecto a las condiciones de nuestra vida actual, etc.) no creará un impulso suficiente.
El desarrollo espiritual depende de la comprensión de lo que se puede adquirir en ese camino y de lo que somos capaces de dar para lograrlo. Si no lo anhelamos verdaderamente, si nuestro deseo de perfeccionamiento espiritual no es lo suficientemente intenso y no realizamos los esfuerzos necesarios, no nos perfeccionaremos jamás. Y no hay en ello injusticia alguna: si una persona no desea el desarrollo espiritual por los esfuerzos que le puedan implicar, ¿ por qué habrìa de obligársele a trabajar por su propio desarrollo espiritual?. Forzar a un ser humano a tornarse en un ser espiritual cuando está satisfecho con lo que actualmente es, eso si que serìa una injusticia.
Más aún, nadie puede hacer nada por otro para lograr el desarrollo espiritual, porque el primer paso es conocerse a sì mismo. Nadie puede hacer que otro se conozca a sì mismo, no existe método ninguno en el universo que permita que una persona se conozca a sì misma obligada desde fuera de si. Se le puede enseñar métodos para la observación de si mismo, pero si no desea aplicarlos, nadie puede obligarlo. Hasta la idea misma es un absurdo, es como querer obligar a amar. Se ama de un modo espontáneo y natural, no por la fuerza. Se observa uno a si mismo de la misma manera que se ama. Pretender forzar a alguien a amar, es generar por reacción sentimientos de odio y desprecio; pretender forzar a alguien a observarse a sì mismo genera reacciones de resentimiento que también degeneran en sentimientos de odio y desprecio.
Y ya nos hallamos ante un hecho muy importante: el ser humano no se conoce a sì mismo. Individualmente, cada uno de nosotros no se conoce a si mismo; no conocemos ni nuestros lìmites ni nuestras posibilidades de desarrollo, y además estamos llenos de ideas falsas sobre nosotros mismos.
El perfeccionamiento espiritual no puede basarse sobre la mentira a sì mismo ni sobre el hecho de engañarse a sì mismo. El individuo que quiera perfeccionarse espiritualmente debe conocer las cualidades que él posee y no posee. Debe conocer los vicios y defectos psicológicos que tiene. Debe darse cuenta de que no posee ciertas cualidades que engañosamente le han enseñado que posee: la unidad psicológica, la conciencia contìnua y la voluntad libre.
Y es preciso que las personas lo sepan, pues mientras creas poseer esas cualidades no harás los esfuerzos apropiados para adquirirlas.
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