El cristianismo es un movimiento esencialmente laico en sus orígenes. Sin embargo a partir del siglo IV de nuestra era nace el movimiento monástico, como una búsqueda de la práctica espiritual originaria, ya que para esas fechas el cristianismo empezaba a ser una religión oficial.
En este contexto nace una de las prácticas meditativas más importantes: el Hesicasmo o la oración del nombre. La práctica hesicasta pretende alcanzar la “hesichya” palabra griega que significa la tranquilidad interior.
Esta tranquilidad se considera fruto del desapego de los pensamientos que constituyen el yo e impiden que se manifieste la esencia divina o crística que mora en el corazón del hombre. Para ello, el método consiste en adoptar una postura corporal determinada que en unos casos se describe como la cabeza entre las rodillas, y en otros la barbilla junto al pecho y la mirada hacia el ombligo, cuya finalidad es forzar en cierto modo la respiración. Entonces, ayudados de un rosario de 100 cuentas con cada respiración y acompañando al gesto de respirar se recita primero verbalmente y luego sólo mentalmente la fórmula KYRIE ELEISON, CHRISTE ELEISON (Señor ten piedad, Cristo ten piedad).
Esta fórmula es una manera de despertar la divinidad interior. Pronunciar el nombre es despertar la realidad hacerla surgir. Se trata de una llamada incesante que invade la totalidad de la mente y del cuerpo. Uno de los grandes hesicastas, Simeón , dice: “Respira suavemente, mira por la imaginación en el interior de tu corazón. Di, al ritmo de la respiración: “Kyrie Eleison, Christe Eleison”, esfuérzate en echar fuera todos los pensamientos”. Además de esta práctica meditativa antigua presente principalmente en el cristianismo oriental,
También ha existido otra corriente denominada apofática. Se trata de una práctica contemplativa del vacío (nada) representada principalmente por la obra “La nube del No Saber” escrita por un monje medieval de origen inglés y que tuvo profundas influencias en los místicos alemanes (Eckart, Tauler) así como en la mística española (en especial Juan de la Cruz). Esta prática contemplativa se basa en la imposibilidad de tener un pensamiento acertado sobre Dios. Si en el cristianismo el concepto de Dios es esencialmente el de la fuente de la existencia, y el sentido del ser humano es unir la conciencia a la experiencia de pertenecer a esa fuente, rompiendo el error que lleva al ser humano a sentirse autónomo e independiente, entonces cualquier intento de parcelar mentalmente, de intentar “comprender” esa realidad está llamado a fracasar. Por eso el úico modo de tener experiencia plena de lo divino es callar, no hablar, negar todo concepto, renunciar a cualquier expresión racional o intelectual. Juan de la Cruz lo expresa con un sentido de docta ignorancia o trascender la ciencia no sabiendo.
Para los hesicastas los pensamientos son los creadores del yo, y por ello los que nos alejan de nuestro centro. Los pensamientos son la fuente de los apegos porque surgen en nuestra conciencia como discursos seductores o incitadores según el caso. La manera de desvincularse de los pensamientos es gracias a la práctica del “monologion” (monos= uno; logos= pensamiento/palabra), la recitación de la fórmula Kyrie Eleison permite que la conciencia se centre en el corazón (símbolo de la verdadera naturaleza) y evite ir tras las sugestiones de los pensamientos.
Esta práctica se vincula, sobre todo en la tradición oriental cristiana, con el uso de los íconos como medios para centrar la mente a la vez que se recita la fórmula meditativa. Los iconos son símbolos de la naturaleza divina y de la luz que surge desde el interior. Los iconos reflejan símbolos como “el maestro” “la ternura” “la madre” “la muerte transformadora”, “el protector”, entre otros.
EEDT
Por fin me identifico con esa corriente del pensamiento y aptitud cristiana. Tengo 75 años, pero llevo buscando esto más de treinta años. Gracias