Si por espacio de algunos meses se observan rigurosamente las prescripciones que a continuación se dan, verás operar en tu vida un cambio favorable que jamás las abandonarás. Más querido lector, para que obtengas el éxito deseado precisa, eso si, que adaptes tu vida a la estricta observancia de estas reglas. Son sencillas y fáciles de seguir. ¿Si no eres capaz de seguir estas reglas tan fáciles, con qué derecho pudieras quejarte de tus fracasos?. Son reglas enseñadas por la más antigua sabiduría y hay en ella más trascendencia, de lo que su sencillez te lleva a suponer.

1- Lo primero es mejorar la salud. Para ello hay que respirar con la mayor frecuencia posible, honda y rítmicamente, llenando bien los pulmones, al aire libre o asomado a una ventana. Beber diariamente, en pequeños sorbos, dos litros de agua, comer mucha frutas, masticar los alimentos del modo mas perfecto posible, evitar el alcohol, el tabaco y las medicinas, a menos que estuvieres por alguna causa grabe sometido a un tratamiento. Bañarte diaria mente, es un hábito que debes a tu propia dignidad.

2- Desterrar absolutamente de tu ánimo, por mas motivos que existan, toda idea de pesimismo, rencor, odio, tedio o tristeza. Huir como de la peste, de toda ocasión de tratar con personas mal dicientes, viciosas, ruines, murmuradoras, indolentes, chismosas, vanidosas, vulgares, e inferiores por natural bajeza de entendimiento o por los tópicos sensualistas que formen la base de sus recursos y ocupaciones. La observancia de esta regla es de importancia decisiva. Se trata de cambiar la espiritual contextura de tu alma. Es el único medio de cambiar tu destino, pues esta depende de nuestros actos y pensamientos. El azar no existe.

3- Haz todo el bien posible. Auxilia a todo desgraciado siempre que puedas, pero jamás tengas debilidades por ninguna persona. Debes cuidar tus propias energías y huir de todo sentimentalismo.

4- Hay que olvidar toda ofensa, más aún, esfuérzate por pensar bien de tu mayor enemigo. Tu alma es un templo que no debe ser profanado por el odio.

5- Debes recogerte todos los días en donde nadie pueda perturbarte, siquiera por media hora, sentarte lo más cómodamente posible, con los ojos medio entornados y no pensar en nada. Esto fortifica enérgicamente el cerebro y el espíritu y te pondrás en contacto con las buenas influencias. En este estado de recogimiento y silencio suelen ocurrírsenos luminosas ideas susceptibles de cambiar toda una existencia. Con el tiempo todos los problemas que se presentan serán resueltos victoriosamente por una voz interior que te guiará en tales instantes de silencio, a solas con tu conciencia. Ese es el Daimon de que habla Sócrates. Todos los grandes espíritus se han dejado guiar por esa voz interior. Pero no te hablará así de pronto, tienes que prepararte por un tiempo, destruir las superpuestas capaz de viejos hábitos, pensamientos y errores que pesan sobre tu espíritu, que es divino y perfecto en sí, pero importante por lo imperfecto en sí del vehículo que le ofreces hoy para manifestarse. La carne es flaca.

6- Debes guardar silencio de todos tus asuntos personales. Abstenerte como si hubieras hecho juramento solemne, de referir a los demás, aún a tus íntimos todo cuanto pienses, oigas, sepas, sospeches, aprendas o descubras. Por un largo tiempo al menos, debes ser como casa tapiada o jardín sellado. Esta regla es de suma importancia.

7- Jamás temas a los hombres ni te inspire sobresalto el día de mañana. Ten tu alma fuerte y limpia y todo te saldrá bien. Jamás te creas solo ni débil, porque hay detrás de ti ejércitos poderosos, que no concibes ni en sueños.

Si elevas tu espíritu, no habrá más que pueda tocarte. El único enemigo a quien debes temer es a ti mismo. El miedo y la desconfianza del futuro son madre funesta de todos los fracasos; atraen las malas influencias y con ellas el desastre.

Si estudias atentamente las personas de buena suerte, verás que instintivamente observan gran parte de las reglas que anteceden.

Muchas de las que allegan riqueza, muy cierto que no son todas personas buenas, en el sentido recto, pero poseen muchas de las virtudes que arriba se mencionan. Por otra parte, la riqueza no es sinónimo de dicha, pude ser uno de los factores que a ella conducen, por el poder que nos da para ejercer grandes y nobles obras; pero la dicha más duradera sólo se consigue por otros caminos, allí donde impera el antiguo Satán de la leyenda, cuyo verdadero nombre es egoísmo. Jamás te quejes de nada.

Domina tus sentidos, huye tanto de la modestia como de la vanidad, porque son funesta para el éxito. La modestia te sustraerá fuerza y al vanidad es tan nociva, que es como si dijéramos pecado mortal contra el Espíritu santo. Muchos grandes espíritus han caído despeñados de las más encumbradas cimas de la vanidad, a ello debieron su caída muy posiblemente Julio César y aquél hombre extraordinario que se llamó Napoleón y otros.